Un tributo a los dioses oscuros

El pasado 18 de mayo se cumplieron 25 años de la muerte de Ian Curtis. A sus 23 años, el cantante y letrista de Joy Division se ahorcó en su casa, poniendo fin así a su vida, y también a la carrera artística del grupo. El resto de componentes de Joy Divison, poco después, conformarían New Order (otro grupo crucial, que pronto vendrá a tocar a Barcelona en el Primavera Sound, pero eso es otra historia…), pero la leyenda de Ian Curtis, y el misterio alrededor de las causas de su suicidio aún siguen vigentes. Cuando Deborah, su mujer, llegó a casa, encontró el cadáver de su esposo, Ian, colgando del techo. En el tocadiscos estaba puesto el disco The idiot, de Iggy Pop.

Joy Division fue un grupo crucial: con sólo dos discos (Unknown Pleasures, de 1979; y Closer, de 1980) crearon un sonido (“Cold wave”) frío, lúgubre e intenso, apoyado en las letras visionarias de Ian Curtis (su muerte poco antes de la publicación del álbum Closer le daría un aire casi profético a esos textos oscuros y profundos como oraciones), y en la producción asombrosa de Martin Hannett.
La música de Joy Division tiene ecos de Lou Reed y la Velvet Underground, del punk o de los Doors de Jim Morrison, pero va más allá aún en lo desesperado de su mensaje. Es el callejón sin salida definitivo: la negrura absoluta y última, sublimada de un modo elegante y romántico, y convertida en arte.

Para la posteridad Joy Division nos dejaron canciones tan memorables como Love will tear us apart, Digital, She's lost control, Dead souls, Transmission, Atmosphere, Disorder, Atrocity exhibition, Decades, Warsaw o Heart and soul. Un tributo a los dioses oscuros.