LA LEYENDA DE SYHAN. PARTE 2 (DE 2)

Hace ya décadas (cuando yo y los otros sacerdotes nos ocultábamos ya bajo máscaras para no revelar nuestras auténticas identidades, y bajo el nombre de Cónclave de Nayam nos reuníamos de noche a las afueras de las ciudades en las que vivíamos por el día sin suscitar la alarma en los demás), una excelente mujer y guerrera, arrojada y veloz como un relámpago, y como éste impredecible y violenta, dirigió la rebelión que nos daría el dominio sobre muchos pueblos. Su nombre era Abäis, rubia presencia de desconcertante ímpetu, tenaz como pocas, y bella como ninguna otra. Ella encaminó nuestros pasos, por el camino de la espada y de la fuerza, hacia el gobierno de los pueblos de Hypheria, donde mediante el dominio del miedo y las amenazas de los poderes de la magia y del oráculo impusimos nuestros preceptos. Así creamos el primer monumento a Syhan, de proporciones gigantescas, esculpido en la roca, desde cuya cueva principal ejercimos nuestro poder.
Abäis fue proclamada indiscutible reina de aquellas tierras y, bajo su gobierno, instauramos la Lotería General, nuestra gran empresa. Sus designios (los de Syhan, que se manifestaban a través del azar puro en los sorteos diarios de la Lotería) eran proclamados cada anochecer desde la roca de la cueva; y así creció nuestro poder y obramos nuestro hechizo: así devolvimos a la vida a nuestra Vieja Deidad. En nuestro sorteo decidíamos la suerte de los pueblos, mediante resoluciones que, fruto del azar, cambiaban sus vidas y que, sobre todo, les daban una idea de nuestro poder y les infundían terror. El Sumo Sacerdote proclamaba un día que éste debía morir, y al siguiente que aquel sería rico, o que habría de exiliarse. Una vez (y este es el fin de mi historia) se decidió, también por sorteo, que nuestra orden habría de desaparecer. Y así lo hicimos: nos fuimos, como se va la imagen del diamante entre los reflejos del agua.
Sólo diré además que poco después supe que Abäis sería derrocada; creo recordar haberlo leído, acaso, en un pequeño papel que en secreto manejaban ciertos hombres enmascarados…



Epílogo

Reconozco haber insertado en este texto ciertas mentiras diestramente repartidas.
Cuento con la perspicacia propia del lector, que sabrá distinguir como lejanos algunos finales mencionados, tanto como el del propio mundo en el que él habita, sobre el que se cierne la sombra -por tan grande, invisible- del Gran Dios Syhan.
Y es que, bajo la materia visible, oscuros poderes mudos determinan los destinos cruzados de los pueblos y las personas, y los humildes siervos de esas grandiosidades ocultas poco o nada pueden llegar a vislumbrar del verdadero Gran Secreto que mueve el mundo. De bien poco sirven unas cuantas palabras veladas en un arcaico texto perdido que sólo será leído demasiado tarde, pues nadie en verdad quiso nunca evitar la perdición final que aguarda, lenta y honda, como una marea baja en las costas de lo conocido.

Ilustración: S. Parra (de Troyadas)
Texto: J.Álvarez (de El Bastión de los Sueños)