Escapada

Sombras, risas. La noche era oscura. Miedo, frío. Todo era inquietud en el lugar. Una pregunta se formó en mi mente: ¿Qué hacía yo en aquella ciénaga…?
Traté de recordar si aquella luna, alzándose poderosa y perfecta sobre mí, y los árboles, viejos y negros en la noche húmeda, eran una ilusión. Los veía, acaso, como se ven formas humanas pegadas a la cara de una, en desenfoque, si en ellas se averigua un detalle siniestro o inverosímil: bocas de trapo, lenguas de víbora, narices de zanahoria, ojos de botón. Perdida en aquellos pantanosos parajes iguales, entre lodo y bruma, pájaros secretos, árboles caídos; mis ojos grandes y oscuros escrutaron la quimera en busca de pistas. Pero, ¿cómo orientarme…? ¿Cómo salir de la pesadilla...? ¿Cómo escapar de aquello cuyos límites desconocemos…?

Caminé y caminé por largas horas, pisando aquella superficie precaria e informe que amenazaba con ser boca gigantesca, acechadora, agazapada debajo de mí. Imaginé bajo mis pies un infierno aterrador de gusanos y escarabajos, y galerías enormes repletas de tropas que iban y venían desde el Gran Fuego, allá en el centro de la tierra. Pensé que ya podía sentir la cercanía del calor, en las marcas sanguinolentas que las ramas grababan en mi faz para no olvidarme, en mi garganta asfixiada exhalando bocanadas de fantasmas al aire quieto… en mi tobillo, que ahora cedía (y con él todo mi peso) como si gritase de pronto su presencia.
Al derrumbarme encontré la sorpresa del suelo tibio, de las ramas y los retales de tierra pedregosa, del barro suave y despierto. Inexplicablemente, me sentí hermosa allí tirada, como una heroína que ha luchado, que retrocede, que trata de lograrlo… y que al fin cae rendida.
Los habitantes del lodazal, un bosque hundido en la tiniebla de los años y el olvido, cantaron celebrando mi caída y mi permanencia. Me dieron la bienvenida.
Pero no me resigné a ello. No me resigné a la derrota, pensé que siempre emerjo victoriosa de la adversidad, y así hallé una vía de escape: tomé conciencia de que todo cuánto he contado hasta ahora ha sido soñado.
Esa solución borró con premura de mi alrededor los árboles y los sonidos animales, y la luna… y también la oscuridad. Esa solución dejó ante mí solamente la nada discernible.