El laberinto de Lynch

Inland Empire. EEUU – Polonia- Francia. 2006. Dirección: David Lynch.
Con Laura Dern, Justin Theroux y Jeremy Irons. 172 minutos.


Las casi tres horas en el interior de los pasadizos sin salida de Inland Empire se convierten en un recorrido extremo cuya experiencia roza la insoportable. ¿Quién sobrevivirá al laberinto de Lynch?

Penetrar en Inland Empire es aceptar el nuevo reto que nos propone David Lynch (Missoula, 1946) para este 2007, una ambiciosa propuesta que resultará insufrible para una mayoría, pero que es la culminación “lógica” de la expresión artística de un genio irreverente y controvertido de su talla, que jamás se ha visto ligado a los convencionalismos de la industria cinematográfica. En su haber se cuentan ya un total de 10 películas, desde que 30 años atrás se nos presentara como una especie de heredero perverso de Luis Buñuel con su ópera prima, esa incomprendida y escalofriante rara avis que fuera Cabeza Borradora. En Inland Empire, como en esa primera película, se evidencia de nuevo la constante preocupación de Lynch por reinventar (pervertir) los esquemas fílmicos tradicionales. Además, en esta ocasión todas las piezas clave de su cine se combinan magistralmente, en la que es, posiblemente, su obra más personal. En ella se indaga en la existencia de un mal intrínseco y subyacente que ya asomara en Cabeza Borradora, en Twin Peaks (la película y la serie) o Carretera Perdida; el film acumula además a un buen puñado de esos extraños personajes ajenos a la normalidad que suelen poblar la filmografía lynchiana; y vuelven a escena algunos elementos recurrentes de su intransferible universo particular, envueltos una vez más en atmósferas enrarecidas, recreadas a partir de inagotables recursos visuales que se complementan con una escalofriante banda sonora firma de la casa. Rodada íntegramente en formato digital, Inland Empire destila la libertad absoluta con la que el cineasta se ha permitido trabajar esta vez, ajeno a todo tipo presiones externas, y acompañándose de un reparto excelente encabezado por una Laura Dern cuya interpretación roza aquí lo sublime.

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Las casi tres horas en el interior de los pasadizos sin salida de Inland Empire (poblados de pavorosos sobresaltos, criaturas angustiadas, delirantes alucinaciones y encuentros con el más puro terror de ser conducidos una y otra vez hacia los abismos de la existencia) se convierten en un recorrido extremo cuya experiencia roza la insoportable.
Pero además de una experiencia para los sentidos, Inland Empire supone (y quizás éste sea su principal logro) un paso más en el sendero emprendido por Lynch, primero con Carretera Perdida y luego con Mulholland Drive, hacia la dinamitación de las estructuras narrativas del cine actual. La cinta ejerce en muchos aspectos de continuadora de Mulholland Drive, tanto temática como conceptualmente, presentando un esperpéntico retrato de Hollywood a través de una forma de filmar que está en las antípodas de los productos realizados en la meca del cine. Y en esta ocasión el director estadounidense lleva al extremo la desestructuración de la trama narrativa, contando tanto o más a partir de la emoción que de la razón. Si en Carretera Perdida y Mulholland Drive encontrábamos un conflicto bipolar entre la parte soñada o imaginada y la parte real, aquí nos encontramos ante un misterio situado en la parte central de la película, como el hueso de una fruta prohibida, que es Inland Empire. Y de ese misterio surgen, a modo de sucesión infinita de fractales, las escenas yuxtapuestas que se acumulan una a una en nuestro inconsciente junto con sus profundos ecos, que son el resto de realidades que conforman los 172 minutos de metraje; un puzzle de antes y después (en el que incluso coexisten retazos de una obra anterior, Rabbits), y en el que el espectador se debatirá, muchas veces tan perdido como si se hallase en El jardín de senderos que se bifurcan que ideara Borges, donde espacio y tiempo no eran como nosotros los conocemos.

Quien sea lo suficientemente intrépido como para creerse capaz de emprender este largo viaje hacia el caos, el horror y el desespero más absolutos, es posible que logre abrirse camino hacia el centro del laberinto de Lynch, ese jardín interior en el que se haya escondido el misterio de Inland Empire.

Valoración personal [1-10]: 10.


Ver Filmografía de David Lynch.

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