Monstruos de hoy: 7

Cacería

Como líder de la manada, yo soy el responsable de buscar carne fresca, un grupo de bellas jóvenes que apacigüe la voracidad de los que me acompañan.
Lo más difícil es romper las defensas de la primera, luego el resto cae en el bloque. Cada chica levanta a su alrededor un palacio de sueños que la aísla de lo demás, y en el que habitan sus ideas, sus percepciones, sus pesares… Lo ideal para atravesar su muralla es mandar, a modo de emisario pacificador, un mensaje que quiebre su desconfianza, que la haga reír.

-Perdona, ¿podrías atarme los cordones del zapato, por favor? –le digo a mi presa. Sonrío, y le doy un trago a mi combinado de vodka, que saboreo junto con su perplejidad.

Ella responde rápido. Parece que se trae la lección bien aprendida:
-¿Siempre utilizas esa técnica como saludo, o es que hoy vas muy pasado?
-No creas, lo que ocurre es que tengo un lumbago fatal, de veras.

[+...]

Me mira con detenimiento:
-¿Sabes que te pareces a Bobbie Gillespie, tío, el de Primal Scream? –me dice, sin pestañear, y sin prestar atención a mis palabras. Parece que lo cree de veras. La cosa marcha.

Sus ojos entrecerrados me dan pistas de que no ha bebido poco, pero sólo puedo mirar sus pechos, que amenazan bajo una camiseta blanca muy escotada, como dos guantes de boxeo que un buen luchador como yo no puede perder de vista ni un solo segundo.

-Me lo dicen mucho –miento, en seguida-. Pero no creas que soy su hermano. Apenas un primo lejano suyo.
-¿También cantas?
-Sólo en la cama, después de un buen coito y un cigarro… Ahora que ya nos conocemos mejor, ¿me atas el cordón suelto? –Mi idea consiste en que su cabeza baje hasta la altura de mi ombligo, y ella lo sabe… Nuestra conversación se desliza muy rápido por una pista de nieve con bandera negra, y abajo un cartel enorme con letras brillantes indica: “felación”, en vez de “meta”.

Observa mi zapato, luego sus ojos azules se agrandan, inundan su pelo como el mar termina por devorar la más bella puesta de sol, bañan el resto del cuerpo (aunque quizás sea en realidad la luz de la discoteca), su boca tibia se acerca…
Me besa, lo que me recuerda lo irresistible que soy: mi infalible labia no es mi única arma.

Momentos así no son fáciles de olvidar para un monstruo como yo, que se alimenta de la sangre que mana de cervatillas como ésta. En el atestado tugurio suena Baby’s On Fire, de Brian Eno, pero por mí podría sonar Franco Battiato, y el momento sería igual de memorable. La carne de esta gacelita es sabrosa como cabrito al horno en una noche de navidad.
A su espalda, veo que corretean hacia nosotros sus amigas. Comida para todos.

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