Gatos

Los gatos son como globos: tienden a subir. Se apoyan en una superficie mínima para elevarse hacia un estrato más alto, y así continuamente, y no piensan en bajar, hasta que subir más les resulta imposible… Del suelo al escritorio, del escritorio a la ventana, de la ventana al árbol. ¿Y del árbol…? El cielo resulta inalcanzable.

Ciertamente, ellos creen que al final de la subida aparecerán de nuevo abajo. Pero siempre algo les impide seguir ascendiendo, y es entonces cuando se dan cuenta de que no hay salida. Es entonces cuando nos necesitan a los humanos, no para comer ni para que les demos un lugar donde vivir, sino para que les depositemos de nuevo en tierra firme cada vez. Nosotros somos especialistas en volver al mismo pavimento repetidamente; creamos mil y un accesos para comunicar el cielo con la tierra, creamos túneles en las nubes, o también abajo, en cuevas subterráneas, y tratamos de mantenerlo todo conectado, para continuar con nuestra vida cotidiana, difícil de entender para otras especies (o incluso para nosotros mismos), que empieza y termina y se desarrolla a ras de suelo y que necesita de ese constante fluir injustificado de un lado a otro.

Nosotros, al contrario que los gatos, tendemos a bajar, y por eso nos gusta tener cerca nuestro a estos ínfimos felinos, que miran con indiferente atención nuestro decadente ajetreo, que nos hacen soñar que la fuerza de la gravedad no existe, y que nos pagan nuestros servicios con suavidad y ronroneos ilimitados.

(Todas las fotografías han sido realizadas por mí, J.Álvarez, y su protagonista es mi gato Ranma. Las tres fotos vinculan a una serie de fotografías de mi gato subido aquí y allá... Y para los que queráis ver la foto de mi gatito durmiendo cuando era más pequeño pulsad aquí.)